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 | Por Cristina Sullivan

La templanza es ser dueños de nosotros mismos

“La primera víctima de la destemplanza es la propia libertad” (Séneca).

Durante el año, existen una gran variedad de celebraciones y conmemoraciones que pasan desapercibidas, como por ejemplo el Día de agradecimiento a la esposa (15 de septiembre), el Día nacional de protección de la piel (1ro de junio), incluso el Día nacional del chocolate caliente (31 de enero), entre muchas otras.

Independientemente de lo que se celebre, en la mayoría de los casos, estas fechas son estipuladas para recordar y concienciar frente a ciertas situaciones con el fin de evitarlas, en caso de que sean un problema, o para celebrarlas en caso de que sean una victoria. En esta oportunidad, vamos a detenernos en el Día mundial de la templanza (3 de octubre), que es una de las cuatro virtudes cardinales, es decir, de las virtudes de las que se derivan todas las demás. Las otras tres virtudes son la prudencia, la justicia y la fortaleza.

“Nunca una dictadura está tan consolidada como cuando consigue que los esclavos sientan placer en serlo” (Anónimo). Qué difícil ser esclavo de los placeres, puesto que los deseos se pueden convertir en los peores tiranos. La templanza es la clave para no ser esclavizados y salvaguardar nuestra libertad; es la herramienta que modera nuestra atracción hacia los placeres; es la virtud que nos permite dominar nuestra voluntad sobre los instintos y deseos. 

Además, el secreto para saber discernir y tomar buenas decisiones radica en la prudencia, pero si no tengo dominio sobre las atracciones que ejercen sobre mí las cosas ¿cómo voy a discernir si algo me conviene? Ser esclavo de mis pasiones me hace perder toda prudencia porque sin autodominio más que elegir, lo que haré será arrastrarme para satisfacer la dictadura de mis deseos, lo que impedirá cualquier discernimiento. Por eso esta virtud nos permite tener el equilibrio y la capacidad de ser objetivos. Con esta virtud podemos discernir, vivir la justicia y ejercer la fortaleza interior y exterior.

¿Haces lo que te da la gana o haces lo que te manda tu gana? Esa es la gran pregunta. Para poder actuar con plena libertad, es preciso dominar la voluntad sobre los instintos, es la única manera de mantener los deseos en límites saludables. Es bueno que el ser humano tenga deseos, pero estos tienen que ser regulados por la voluntad para que no sean los deseos los que posean al ser humano. Si no hay regulación de los placeres, la persona es presa fácil de manipulación y entonces cae en la esclavitud.

La templanza es la fortaleza aplicada al dominio de uno mismo y es la gestora de la libertad, la que la promueve y asegura. Como dice Chesterton: “La mayor libertad que yo conozco es la libertad de autoobligarse”. El hecho es que si no tengo la posibilidad de obligarme, de frenar mis impulsos, de controlar mis apetitos y deseos, entonces no soy realmente autónomo. Aquel que no tiene capacidad de renunciar a sus caprichos, mortificarse y decirse a sí mismo: “Esto me apetece pero no lo voy a hacer”, es alguien que ha perdido la mayor de las libertades: la suya propia, su libertad interior.

Esta virtud tiene otros nombres: moderación, sobriedad, continencia. Estas expresiones hacen referencia al señorío propio, aquel que es semejante al señorío que Dios tiene y que compartió con nosotros al crearnos libres. Además, la templanza procura el equilibrio en el uso de los bienes creados.Se refiere al señorío sobre la creación que Dios nos delegó; nosotros mismos hacemos parte de esa creación de la que nos ha hecho dueños y señores. 

Poder refrenar y someter nuestras pasiones es la mayor conquista, es el mayor dominio que podemos ejercer. Si no tenemos autogobierno, ¿cómo gobernamos nuestra vida o cualquier otra instancia que esté en nuestras manos? San Ignacio de Loyola decía: “No tener moderación muchas veces es causa de que el bien se convierta en mal y la virtud en vicio”. El exceso es la fuente de los apegos y las obsesiones. Una cosa buena puede atraernos, pero pierde su bondad si se vive con apego y obsesión. El exceso convierte la virtud en vicio, y el equilibrio se pierde  cuando comienza la explotación de los bienes creados. ¿Qué relación cree que existe entre la desmesura con la que se viven muchos placeres hoy en día y la degradación del medio ambiente?

Aprovechemos esta fecha que nos recuerda los beneficios de vivir la templanza como una llamada a permanecer atentos y supervisar nuestras decisiones, hábitos y vida diaria. El examen de conciencia es una herramienta clave para revisar nuestra sobriedad, la relación con nuestros apetitos y deseos y nuestros placeres saludables.

Revisemos en qué grado está nuestra moderación y templanza, esas herramientas que Dios nos ha regalado para ejercer el señorío sobre nuestros instintos y poder vivir en plenitud el don de la libertad para la que fuimos creados. Un monje alguna vez me dijo esta frase: “Todo en moderación, incluída la moderación misma”.


Cristina Umaña Sullivan es socióloga cultural que se ha dedicado a la evangelización por más de 10 años con especialidad en Teología del Cuerpo y creación de identidad desde la perspectiva cristiana. Envíele un correo electrónico a fitnessemotional@gmail.com.