| Por Martha Gomez, LMSW

La pérdida de un bebé

Ahora en las manos del Padre

La maternidad es una aventura maravillosa y compleja. Requiere tenacidad, paciencia, valentía, humildad y mucha oración. Todos los días, en todo el mundo, Dios nos bendice con el nacimiento de bebés que han sido encomendados al cuidado de sus padres. No importa el país, la raza, la cultura, o las tradiciones de donde somos, el compromiso de cuidar a ese nuevo bebé es igual.

El valor de la vida y su fragilidad de ella son maravillosos. Trabajando en un hospital, uno aprende a comprender que no siempre hay sonrisas y alegría en el área de maternidad . La vida es un milagro y la unión espiritual de los padres con ese bebé que se ha engendrado es absolutamente increíble.

Una gran parte de las parejas y mujeres que llegan al área de ginecología y obstetricia, logran completar el tiempo de gestación y reciben el don de un hermoso bebé. Sin embargo, hay otras historias y experiencias para otras mujeres y sus familias. En muchos casos, Dios ha decidido reclamar estos bebés y se los lleva al cielo durante el tiempo de gestación. En algunas oportunidades, las madres y padres pueden llegar a conocer a su bebé por unos minutos. Pero  hay otros quienes no tienen la oportunidad de conocerle.

La vida es un milagro maravilloso y majestuoso. ¿Cómo puede una madre o padre comprender que Dios les ha permitido a ellos y a su cuerpo participar en Su plan? ¿Cómo podemos imaginarnos que en el vientre se formó un ser humano?

A través de los años, vemos a los niños crecer y formarse. Les ayudamos a convertirse en mujeres y hombres independientes; les enseñamos buenos y sanos valores. Luchamos y sufrimos con sus logros y tropiezos. Y finalmente, aprendemos a soltarlos y dejarlos para que el círculo de la vida vuelva a empezar.

Pero en el caso de los bebés que Dios reclamó temprano, aquellos a quienes no pudimos conocer pero sabíamos que sí existieron, en esos casos, solo los lentes de la FE nos pueden ayudar.

No importa cuántos años hayan pasado o adónde nos haya llevado la vida. Esos pequeños, puros y hermosos, siempre tienen un lugar en el corazón de sus padres. Es bueno y saludable hablar de ellos. Tenían una misión en la vida, y por corta o larga que haya sido, estuvieron con nosotros. Esas pequeñas vidas son tan importantes en el plan de Dios, como lo son ustedes y yo.

Si aún no lo has hecho individualmente o como pareja, les invito a que imaginen a su bebé y piensen en el nombre que le hubieran querido poner. Llámenlo por su nombre. Ese bebé es parte de ustedes. Nadie puede quitarles esa experiencia con su bebé. Desde el momento en que sospecharon que serían una futura madre y/o padre, hasta el momento que Dios le reclamó y le llevó al cielo. Esa experiencia es de usted, es privada y única. Solo ustedes como madre o padre la conocen. Su testigo es Dios Padre. Y les aseguro que su hermoso bebé está en las manos del Padre y bajo el amor y protección de la Santísima Virgen María, Reina de la Paz.

La oración, abandono, entrega, y la aceptación de nuestra realidad son los que nos llevan a la Paz.

Los invito a reflexionar en el amor de Dios y orar: Señor, tengo un pequeño en el cielo con mi sangre y apellido. Un niño puro, santo, divino, y capaz de interceder por nosotros. Ayúdame a poder decir de corazón: Jesús confió en ti, y que se haga tu voluntad y no la mía. María Reina de la Paz, ruega por nosotros. Amén. Solo con los lentes espirituales podemos sobrellevar esta situación de la pérdida de un bebé, y de una gran ilusión.


Martha L. Gomez, LMSW-CHW, es una trabajadora social, maestra licenciada y trabajadora de salud comunitaria.