La palabra que pronunció San Jose
En marzo celebramos la Solemnidad de San José, y uno de los atributos más sobresalientes y aplaudidos de este santo ha sido su silencio, ya que no encontramos ningún diálogo dicho por él en ninguno de los Evangelios. ¿Por qué el silencio es un atributo? Dice un adagio popular: “Un hecho vale más que mil palabras”, y San José es un hombre que dio perfecto ejemplo de esta verdad. Sus acciones demostraban su fe; su entrega a Dios era un ejemplo en lugar de un discurso. Él fue el gran modelo de la exhortación que Santiago hace en su carta: “¿Tú tienes fe? pues yo tengo obras. Pruébame tu fe sin obras y yo te probaré por las obras mi fe” (St 2,18).
En marzo celebramos la Solemnidad de San José, y uno de los atributos más sobresalientes y aplaudidos de este santo ha sido su silencio, ya que no encontramos ningún diálogo dicho por él en ninguno de los Evangelios. ¿Por qué el silencio es un atributo? Dice un adagio popular: “Un hecho vale más que mil palabras”, y San José es un hombre que dio perfecto ejemplo de esta verdad. Sus acciones demostraban su fe; su entrega a Dios era un ejemplo en lugar de un discurso. Él fue el gran modelo de la exhortación que Santiago hace en su carta: “¿Tú tienes fe? pues yo tengo obras. Pruébame tu fe sin obras y yo te probaré por las obras mi fe” (St 2,18).
Sin embargo, de manera indirecta, hay registro de una palabra que él dijo: “Jesús”. En el Evangelio de San Mateo, cuando se narra el nacimiento de Jesús, hay una cita muy particular acerca de San José que dice: “Y le puso por nombre Jesús” (Mt 1, 25). Aquí podemos inferir que quien pronunció el nombre de Jesús fue precisamente su padre. Pero ¿qué significa y qué encierra el nombre de Jesús? En el Catecismo de la Iglesia Católica encontramos que “Jesús quiere decir en hebreo ‘Dios Salva’ ... y Cristo viene del término griego ‘Mesías’” (430 y 436), entonces Jesucristo es el Mesías, el Dios que salva. Su nombre expresa su identidad y misión, porque Él es el único que puede liberarnos de la cárcel eterna que ha labró el pecado. San Pedro afirma, “Porque no existe bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres, por el cual podamos alcanzar la salvación” (Hch 4,12).
Ese significado, “Dios salva”, está estrechamente ligado al anhelo más profundo de la humanidad: los seres humanos tenemos conciencia existencial (incluso los no creyentes la experimentan), de la necesidad de trascendencia y salvación. Nuestra incapacidad de ser autosuficiente, la experiencia de nuestra impotencia, revela esta necesidad, y la respuesta a esa carencia es “Jesús”. Entonces, la única palabra que está registrada, a pesar de ser indirectamente, que ha dicho San José es la respuesta que el corazón humano ha estado esperando desde que perdió su inocencia y conoció la enfermedad y muerte: Dios nos salva. El nombre de “Jesús” significa que Dios ha escuchado nuestra súplica y viene a rescatarnos de manera definitiva.
El ejemplo que San José nos ha dejado es el de una fe viva, una fe que conoce a profundidad la identidad de Dios y la comparte con nosotros para que sepamos, y más aún, experimentemos en primera persona quién es él: La promesa del Padre, el Mesías esperado, nuestra verdadera salvación. La fe de José fue una fe vivida en silencio, nutrida por las obras y sostenida por el ejemplo. Además, José fue el ser humano más parecido a Dios Padre porque fue el escogido para ser la figura paterna de Jesús en el hogar de Nazaret. Si queremos acercarnos a la figura del Padre, pidamos a San José que nos tome de la mano y nos enseñe la identidad de Dios. Él es quién pronunció Su nombre ante la humanidad por primera vez, quién lo presentó junto con María en el templo, quién lo llevó en sus hombros siendo niño, quién lo protegió de las manos asesinas de Herodes, quién le enseñó a trabajar.
Pidamos a San José que nos enseñe a glorificar el nombre de Jesús, que nos muestre la verdadera identidad del Padre y que abra nuestras almas a la obra que el Espíritu Santo quiere hacer con nuestras vidas. En pocas palabras, que nos haga templos de la Santísima Trinidad como él también lo fue.