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 | Por Cristina Sullivan

La Navidad es cuando el amor se hizo persona

La siguiente reflexión escrita anónimamente es un compendio precioso de lo que significa la Navidad:

Si estás triste, alégrate: la Navidad es gozo.

Si tienes enemigos, reconcíliate: la Navidad es paz.

Si tienes amigos, búscalos: la Navidad es encuentro.

Si encuentras pobres a tu lado, ayúdalos: la Navidad es entrega.

Si te tienta la orgullosa soberbia, sepúltala: la Navidad es humildad.

Si tienes deudas, págalas: la Navidad es justicia.

Si en tu interior encuentras maldad y pecado, arrepiéntete y cambia: la Navidad es conversión y gracia.

Si te ves rodeado de tinieblas, enciende tu lámpara: la Navidad es luz.

Si tienes resentimientos, olvídalos: la Navidad es perdón. 

Si sufres, entrégale al recién nacido tu dolor: la Navidad es fe.

La Navidad es la llegada del amor en persona.

¡Qué palabras tan apropiadas! La Navidad es gozo, el gozo de sabernos salvados. 

En Navidad celebramos la solidaridad de Dios con nosotros hasta el punto de convertirse en uno de nosotros. Nuestra solidaridad con los más necesitados nunca será tan extrema como para entregarlo todo y convertirnos en necesitados también. Dios, en cambio, sí hizo eso porque se despojó de su lugar divino para adoptar nuestra miseria y salvarnos. 

Recordemos que cuando Cristo vino al mundo reinaba una paz: la paz romana. Era una paz superficial que cambiaba constantemente, con preferencias, susceptible a manipulaciones y errores humanos. La paz que Cristo ofrece es aquella que nos consuela a pesar de las dificultades y circunstancias; es una paz que no puede ser arrebatada ni condicionada. Es la paz de saber que estamos en las manos de Dios y que seremos salvados por Cristo.

La Navidad es encuentro: el encuentro tan esperado entre Dios y los seres humanos. Gracias a esto, Dios nos enseña a buscar a quienes están perdidos, solos y, más importante aún, a quienes necesitan nuestro perdón y a quienes necesitamos pedir perdón, porque su venida nos enseña a encontrarnos verdaderamente entre nosotros. 

Además, la Navidad es entrega y humildad: Cristo se despojó de su rango y se hizo niño, pero no un niño acomodado, lleno de riquezas y bienestar. No, se hizo un niño en el seno de una familia humilde y despojada. Lo hizo para enseñarnos a dejar de perder nuestro tiempo buscando las riquezas y el honor, y que entreguemos nuestra vida por lo que vale la pena: la salvación de las almas. Todo lo que rodea la encarnación y la vida de nuestro Señor es pequeño, sencillo y ordinario, porque él quiso venir no sólo a salvarnos, sino también a servirnos y enseñarnos.

La luz que Cristo encendió y que sigue brillando por los siglos de los siglos se iluminó con su Resurrección: son las puertas del paraíso que han quedado abiertas de una vez y para siempre. El perdón de Cristo no sólo nos permite reconciliarnos entre nosotros, sino, en especial, con el Padre. La Navidad y la Semana Santa van de la mano porque el propósito de su nacimiento se cumple con su muerte. 

Por eso, el perdón del que hablamos es aquel que perdura y sana de raíz; es aquel que nos abre las puertas del cielo. Hemos sido perdonados y eso significa que debemos perdonar también: la misericordia que recibimos debe ser la misma que entregamos a nuestros hermanos. ¿Estamos dispuestos a perdonar 70 veces 7? Amemos a Dios, a quien no vemos (por ahora), en la carne de nuestros hermanos, a quienes sí vemos. 

La Navidad es la fiesta del amor, la esperanza y la fe: imaginémonos lo que fue ese momento para la Virgen María y San José al tener en sus brazos al Salvador. Pensemos también en lo que debió ser para los pastores escuchar el coro de ángeles anunciando la llegada de Dios al mundo, el momento más esperado por la humanidad. La Navidad no es la celebración de un aniversario; es la suprema epifanía del amor de Dios: la realidad de que Dios vino y sigue viniendo a salvarnos.


Cristina Umaña Sullivan es socióloga cultural que se ha dedicado a la evangelización durante más de 10 años, con especialidad en Teología del Cuerpo y en la creación de identidad desde la perspectiva cristiana. Envíele un correo electrónico a fitnessemotional@gmail.com.