
La misión de la mujer en la historia
Una de las profecías más conocidas desde el inicio de los tiempos es: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo” (Gn 3,15). Estas son las palabras con las que Dios maldijo al enemigo después de haber propiciado la caída de nuestros primeros padres, Adán y Eva (también conocida como el Protoevangelio). ¡Qué importante es el papel de la mujer en la historia! Desde el comienzo, se nos ha revelado que la mujer es la gran adversaria del enemigo. La Virgen María la gran escogida para ser ejemplo de esa lucha femenina por la salvación, no solo a nivel personal, sino para la redención del mundo entero.
Una de las profecías más conocidas desde el inicio de los tiempos es: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo” (Gn 3,15). Estas son las palabras con las que Dios maldijo al enemigo después de haber propiciado la caída de nuestros primeros padres, Adán y Eva (también conocida como el Protoevangelio). ¡Qué importante es el papel de la mujer en la historia! Desde el comienzo, se nos ha revelado que la mujer es la gran adversaria del enemigo. La Virgen María la gran escogida para ser ejemplo de esa lucha femenina por la salvación, no solo a nivel personal, sino para la redención del mundo entero.
La riqueza de la feminidad ha sido creada como un regalo. Cuando Dios le presentó a Adán su nueva creación, éste la recibió con el asombro y la alegría que sólo un corazón inmerso en la soledad experimenta al encontrar a la persona que no sólo será su compañía, sino, más importante aún, su complemento.
Eva fue introducida como el mejor de los obsequios, como la más esperada de las compañías, como el gran culmen de lo creado hasta el momento. Durante ese momento de perfecta unión entre el hombre y la mujer se reflejó el llamado clave de que la masculinidad y la feminidad fueron creadas para la gloria de Dios: Ambas están llamadas a reflejar la divinidad, en especial cuando viven la perfecta entrega mutua.
Entonces, las mujeres tenemos una misión muy importante: Abrazar nuestra feminidad para que nuestra vida sea una lucha proactiva y fecunda contra las asechanzas del maligno, el cual quiere destruir a la humanidad. El demonio no ha cambiado de táctica desde el inicio de los tiempos: Empieza siempre acechando a la mujer porque sabe que ella tiene las llaves del corazón de la humanidad. Eva podía convencer a Adán de transgredir las instrucciones de Dios, en cambio Adán no tenía muchas posibilidades de convencer a Eva. El demonio conocía esta debilidad de los hombres frente a las mujeres y la usó en provecho suyo.
Es más, lo sigue haciendo a lo largo de la historia. Cuando se ofende la dignidad personal de la mujer, se menosprecia su vocación femenina y se le exige que adopte actitudes masculinas lo que realmente se consigue no es un avance colectivo, sino su devaluación y una falsa noción de progreso. Todo lo contrario: se logra que la dignidad humana en su totalidad sea degradada y manipulada hasta el punto de desdibujar la propia identidad.
Una de las estrategias que más le funcionan al enemigo es atentar contra la dignidad y llamado de la mujer, siendo el más crucial de todos: el llamado a ser madre. La maternidad es la mayor ofensa contra el enemigo, porque el acto creador es exclusivo del Creador (el Espíritu Santo ser el Señor y Dador de Vida), quien lo comparte con la naturaleza femenina al ser ésta la única que puede albergar un nuevo ser. Puesto que el demonio no puede crear vida está obstinado en destruirla. ¡Qué mejor manera de destruir la vida sino atentando contra aquellas que pueden concebirla!
Además, la invitación de Dios a María no era para que fuera una persona distinguida públicamente, ni siquiera una artista o escritora que sería recordada por los siglos. Su invitación fue a ser madre, y mediante esa vocación cambió la historia de la humanidad. La Nueva (y definitiva) Alianza que Dios hizo con la humanidad fue la venida de su Hijo al mundo como hombre. En el corazón de esa Nueva Alianza se encuentra la mujer, y más específicamente, la mujer madre. Si por medio de la desobediencia de Eva entró el pecado al mundo, por medio de la obediencia de María entró la salvación.
Cada mujer está llamada a ser portadora de salvación por medio de su vocación. Hoy sabemos que la maternidad se puede vivir de diversas maneras, no sólo físicamente, sino también emocional y espiritualmente. ¿Cuántas mujeres en nuestra vida han sido portadoras de esperanza, perdón y redención en nuestro camino? Podemos llamarlas “madres”, porque de alguna u otra forma han engendrado la semilla de verdadera vida que nos acerca a la salvación.
Si desde nuestra identidad femenina no abrazamos el llamado a promover el plan de Dios y la vida divina en el mundo, es decir, a cumplir aquella profecía de ser enemigas del enemigo, tristemente seremos presa fácil para caer en sus mentiras y patrocinar sus artimañas. Nuestra feminidad es poderosa porque nadie nos puede reemplazar en nuestra labor en pro de la salvación de la humanidad: Estamos llamadas a ser fecundas, y no sólo físicamente, sino en cada aspecto de la vida y en cada momento de la historia.
Abracemos la verdadera identidad que Dios nos ha regalado a cada una de nosotras: Seamos valientes y respondamos con la misma generosidad y abandono que nuestra Madre del Cielo demostró. Ella es nuestro ejemplo, y mientras más la sigamos, más descubriremos quiénes somos y a qué estamos llamadas. La gran cualidad de Maria fue ser la “llena de gracia”, y precisamente ese es nuestro propósito como mujeres: dejarnos llenar de gracia para propagarla en nuestro mundo.
¡Feliz día de la mujer a todas las mujeres! Quiero terminar con estas bellas palabras del San Juan Pablo II a la mujer: “‘Ha hecho en mi favor maravillas’: éste es el descubrimiento de toda la riqueza, del don personal de la femineidad, de toda la eterna originalidad de la ‘mujer’ en la manera en que Dios la quiso, como persona en sí misma y que al mismo tiempo puede realizarse en plenitud ‘por medio de la entrega sincera de sí’” (Mulieris Dignitatem).