La huella de una cena en familia
The Partnership to End Addiction (la asociación para acabar con las adicciones), antes conocido como The National Center on Addiction and Substance Use (el centro nacional sobre adicción y consumo de sustancias), tiene como misión ayudar a las familias que sufren el azote del abuso de sustancias. La ayuda se refleja en recursos terapéuticos y de salud mental, atención adecuada y eficaz durante y después de las crisis, y promoción de políticas públicas de prevención e inclusión.
The Partnership to End Addiction (la asociación para acabar con las adicciones), antes conocido como The National Center on Addiction and Substance Use (el centro nacional sobre adicción y consumo de sustancias), tiene como misión ayudar a las familias que sufren el azote del abuso de sustancias. La ayuda se refleja en recursos terapéuticos y de salud mental, atención adecuada y eficaz durante y después de las crisis, y promoción de políticas públicas de prevención e inclusión.
Una de las políticas de prevención se estableció en 2001, cuando la organización logró designar el cuarto lunes de cada septiembre como el “Día Nacional de la Familia”. En concreto, pretendían pedir a la gente que lo celebrara en familia con una cena.
¿Por qué una cena es la mejor manera de celebrar la familia? La organización Partnership to End Addiction realizó y analizó numerosos estudios destinados a conocer los hábitos y actividades de las familias con menores índices de abuso o consumo de sustancias. Una de las principales conclusiones fue la enorme huella que las cenas familiares dejan en el corazón de niños y adolescentes. Puede parecer que cenar juntos es algo trivial o secundario, pero es un hábito clave y una actividad insustituible para el desarrollo emocional de niños y adolescentes. Genera sentido de pertenencia, inclusión y seguridad emocional.
Los jóvenes que comparten al menos cinco cenas familiares a la semana tienen una identidad mucho más fuerte porque saben a quién pertenecen y con quién pueden contar cuando tienen problemas. Estos adolescentes son menos propensos a refugiarse en amistades débiles o perjudiciales. No muestran mayor interés por probar distintos tipos de consumo como el alcohol o las drogas. Incluso tienen menos riesgo de sufrir sobrealimentación y tienen una mejor autoestima y protección de sus propios límites.
Esto sucede porque sentarse a la mesa para la reunión familiar permite a los jóvenes compartir experiencias cotidianas, escuchar las experiencias de los demás y construir intimidad y comunidad. Este hábito evita el consumo de sustancias por el simple hecho de ser un espacio donde los adolescentes se sienten vistos y escuchados además de reducir considerablemente el riesgo de otras problemáticas como los trastornos alimenticios. Por todo ello, la Partnership to End Addiction propone que el Día Nacional de la Familia (que este año tendrá lugar el lunes 23 de septiembre), se celebre con una cena familiar.
Los resultados del impacto y significado de cenar juntos no sólo se reflejan en las actitudes y decisiones de los adolescentes, sino también en la historia de la Iglesia. Cristo eligió que nos sentáramos en torno a su cena pascual como comunidad y como Iglesia; somos una familia espiritual. No en vano eligió reunirnos en torno a una mesa para recibir la mejor de las comidas y la más especial de las cenas: la de su Cuerpo y Sangre divinos. Jesús quiso que en cada Eucaristía encontráramos el sentido más profundo de pertenencia y nuestra verdadera identidad como hijos e hijas de Dios, nuestra seguridad y refugio.
Jesús quiso que la celebración eucarística fuera el momento en que nos desahogamos, compartimos con él nuestras dificultades y penas y entramos en la oración más íntima y personal que nos permite afrontar cualquier adversidad. La Eucaristía es el lugar donde nuestras almas se sienten vistas y escuchadas por nuestro Creador. Además, es la forma más tradicional, el encuentro primordial, para construir comunidad como cuerpo místico que somos.
Este mes estamos invitados a evaluar nuestras actividades y hábitos familiares para protegernos de peligros como el consumo de drogas y otras sustancias. Porque estamos invitados a ser conscientes de la huella que una simple cena puede dejar en nuestros hijos e hijas, acerquémonos también a la Cena del Señor.
Dejemos que nuestros hijos nos encuentren en la fracción del pan, y busquemos el rostro de Dios Padre en el pan que su Hijo nos dejó. Son actividades que pueden parecer triviales, comunes a nuestro día a día o a lo que hacemos cada semana, pero que dejan una huella de una trascendencia que no podemos imaginar, que perdura para siempre.
Cristina Umaña Sullivan es socióloga cultural que se ha dedicado a la evangelización por más de 10 años con especialidad en Teología del Cuerpo y creación de identidad desde la perspectiva cristiana. Envíele un correo electrónico a fitnessemotional@gmail.com.