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 | Por Hna. Migdalia Flores

Guardado en mi corazón: el silencio de María

María es como un camino de vida espiritual que nos ayuda en un mundo donde abunda el ruido, y la distracción. María es maestra de silencio e introspección. Ella nos muestra como algunas figuras de la Iglesia nos han mostrado un camino espiritual. Santa Teresa de Ávila con sus moradas y fundaciones, San Ignacio de Loyola y sus ejercicios espirituales, San Juan de la Cruz con su Teología Mística, Santa Teresita con el pequeño camino espiritual, San Vicente con el servicio al pobre, entre otros. María nos muestra el camino de la entrega total al plan salvífico de Dios desde un corazón atento al susurro suave como Dios le habló al profeta Elías en el silencio.

No quiere decir que no le costó un sacrificio interno. María también cargó una cruz durante su vida. Ella tuvo que afrontarla con humildad y silencio. Lejos de un silencio pasivo, María se cuestiona y pregunta: ¿Cómo será esto? pues no conozco al varón. El silencio de María le llevó a la acción correspondiendo con fe a lo que Dios le pedía de ella.

María, o Miriam en hebreo, significa eminente (que sobresale por sus méritos) o excelsa (de elevada categoría espiritual).

La palabra silencio en el diccionario de la Lengua Española dice que es abstención de hablar, falta de ruido, falta u omisión de algo escrito: estas definiciones se me parecen a María en los evangelios se habla poco de ella y ella habla poco. Casi no hay nada escrito. No hace mucho ruido solo cuando ella o Isabel irrumpen en el bello cántico para dar gloria a Dios: “Proclama mi alma la grandeza del Señor …” y Juan danza en el vientre de Isabel como David ante el Arca de la Alianza. San Lucas es el que hace mayor referencia de ella.

María vuelve al silencio del día en cada episodio de su vida. Ella vuelve al Dios que le habla en el silencio y ella devuelve una afirmación como respuesta. Una palabra corta que cambió la vida del pueblo de Israel para siempre y que cambia nuestras vidas continuamente.

¿Entonces quién es María? Una doncella de 15 años de edad comprometida con un hombre llamado José. María es esa mujer que vio a todo un Dios en la simpleza de su hogar. Sin embargo, de aquella que no se sabe mucho solo que es bienaventurada porque creyó y unió esa fe a momentos de introspección, la que examinaba no para buscar pecado como nosotros porque ella era inmaculada. Ella examinaba su alma para creer y volver a creer tanto en las Bodas de Caná como en el Calvario.

El silencio del portal de Belén

María da a luz en el portal de Belén en medio de la nada en un pesebre pequeño y pobre. El niño, aparentemente normal como cualquier otro niño, no presenta nada de espectacular. Pero María sabe que aquellas palabras del ángel Gabriel no eran vanas. Su fe humilde sostenía que entre esas pajas entre una mula y un buey el Mesías había nacido, el esperado de los tiempos. La Virgen María guardaba todo en su corazón. ¡Dichosa tú que has creído! Los pastores vinieron y se fueron glorificando y alabando a Dios porque también creyeron. Una fe más allá de lo que contemplaban sus ojos.

Las bodas de Caná

María era una mujer de pocas palabras, (introvertida quizás) pero eran palabras que llevaban a la acción. No era pasiva tanto en la Anunciación como en este momento, las palabras de María hacen un cambio decisivo para la Historia de la Humanidad. Con su simple si, una palabra de dos letras permite que irrumpa en nuestra historia una nueva era, y también, en Cana, intercede ante el primer milagro. Esas palabras resuenan en nosotros cuando por inercia creemos que no podemos dar alcance: “Hijo falta vino…Haced lo que Él os diga”. Después ya se retira a su silencio me imagino envuelta en la faena de la Boda, y volvió a ponderar todo en su corazón.

Junto a Jesús en la cruz

Hay dos escenas de la película La Pasión de Cristo que, aunque no se encuentran en los evangelios, nos recuerdan la espada prometida a María por el anciano Simeón en la presentación del templo. La escena en que María se inclina al suelo para sentir la presencia de Jesús flagelado en el pretorio debajo; y la escena donde se cae Jesús y ella recuerda cuando Jesús era pequeño y el niño se calló y ella sale corriendo a socorrerlo. Ese recuerdo le da valor a María a salir a su encuentro por la vía dolorosa. María está de pie junto a la cruz de su Hijo mientras carga su propia cruz y siente en su ser la espada del sufrimiento.

Cuando Jesucristo ya estaba muerto, le bajaron de la cruz y se lo entregaron a su Madre (Jn 19, 38). María callaba, esperaba en silencio la hora de Dios. Recordando el anuncio del ángel  “El que va a nacer será santo y le llamarán Hijo de Dios”. El que está clavado en esa cruz vulnerable y humillado. Los momentos de gloria habían terminado; el anuncio, los milagros, el seguimiento de las multitudes, todo parece terminado. María vuelve una y otra vez a cerrar en el cofre de su corazón las palabras que sobraban.

María y la escatología

Pero, la vida de la Virgen María no terminó con el Evangelio de San Juan. Según los Hechos de los Apóstoles, los discípulos de Jesús perseveraban unánimes en la oración (1, 12-14). Como en la Anunciación, la Virgen recibió al Espíritu Santo, perseverando en la misión que tiene en la historia de salvación. Pero de la Virgen también se habla en el Apocalipsis (12, 1 y después), como una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de 12 estrellas sobre su cabeza, como protectora de los cristianos y ayudando al triunfo de Cristo.

Santa María es Madre de Dios y Madre de la Iglesia. Trabaja para ayudar a los cristianos, continuando con la obra de Jesús. Colabora en la difusión de la Palabra, en la ayuda a los más necesitados. Ella continúa enseñándonos la importancia y el valor del silencio, la introspección, y buscar en el susurro de nuestros agitados días fuerza para continuar luchando y creer. Dejando que Dios nos hable al corazón y saber pedir como los Apóstoles, “Señor aumenta nuestra fe”.


La hermana Migdalia “Meggie” Flores Marrero, DC, es la supervisora del Ministerio Hispano de Trabajadores del Campo. Envíele un correo electrónico a migdalia@charlestondiocese.org.