Escuelas católicas: cuando la familia extensa se une
“Cada ser humano es un universo", repiten con frecuencia los docentes del Colegio Cumbres Medellín. Este colegio, ubicado en las montañas onduladas de Medellín (Colombia, Suramérica), se enfoca, desde sus pilares estratégicos, en una educación integral que persigue no sólo el desarrollo de la mente y el cuerpo, sino también del corazón y el espíritu de cada ser humano. Los niños del colegio son explosivamente auténticos, intrépidos ante la autoridad, tiernos, y expertos en forjar fuertes vínculos con la gente que les rodea. De esta manera, el desarrollo integral busca impactar en tres dimensiones clave del estudiante: espiritual, emocional y social. El colegio implementa una metodología educativa que hace del vínculo entre el estudiante y el profesor un eje central para su proceso. En este modelo pedagógico, a los adultos no se les llama docentes, maestros o profesores; simplemente se les llama formadores.
“Cada ser humano es un universo", repiten con frecuencia los docentes del Colegio Cumbres Medellín. Este colegio, ubicado en las montañas onduladas de Medellín (Colombia, Suramérica), se enfoca, desde sus pilares estratégicos, en una educación integral que persigue no sólo el desarrollo de la mente y el cuerpo, sino también del corazón y el espíritu de cada ser humano. Los niños del colegio son explosivamente auténticos, intrépidos ante la autoridad, tiernos, y expertos en forjar fuertes vínculos con la gente que les rodea. De esta manera, el desarrollo integral busca impactar en tres dimensiones clave del estudiante: espiritual, emocional y social. El colegio implementa una metodología educativa que hace del vínculo entre el estudiante y el profesor un eje central para su proceso. En este modelo pedagógico, a los adultos no se les llama docentes, maestros o profesores; simplemente se les llama formadores.
¿Cuántas vidas no han sido transformadas gracias a los formadores de colegios católicos? El mundo occidental debe gran parte de su avance a los sistemas educativos que nacieron gracias a la obra de la Iglesia. Trabajar, asistir, donar, apoyar, mandar a los hijos a un colegio católico o ser parte de un proyecto educativo de cualquier manera es lo ideal para nosotros como miembros de la Iglesia. Estamos incluidos en este gran proyecto de dignificación humana que encuentra su fin en elevar a las personas a su máxima expresión a través del contacto constante con la evangelización y su desarrollo integral.
Dentro de los distintos colegios católicos, encontramos una gran variedad de culturas, prácticas, políticas, métodos pedagógicos y experiencias. Es como cuando se une una gran familia extensa, cada núcleo familiar viene con sus características, costumbres y valores, pero finalmente, todo el grupo está unido por rasgos y características compartidas. Igual sería un encuentro entre diferentes colegios católicos. Cada uno tiene distintas facciones, pero en lo más profundo, somos una familia, una comunidad. Las familias suelen reunirse en casa de los abuelos, punto de partida de lo que todos tienen en común. Asimismo, el lugar de encuentro de los colegios católicos es la Iglesia, la gran Madre que da a cada colegio su sello de origen. Como dice el Vaticano en su documento Gravissimum Educationis, “La Iglesia, como Madre, está obligada a dar a sus hijos una educación que llene su vida del espíritu de Cristo y, al mismo tiempo, ayuda a todos los pueblos a promover la perfección cabal de la persona humana, incluso para el bien de la sociedad terrestre y para configurar más humanamente la edificación del mundo”.
Algunos colegios son más estrictos y otros son más flexibles con lo que permiten en sus aulas. Esto es normal y saludable, ya que cada colegio debe responder activamente a su entorno, a la dinámica cultural de su sociedad y a las necesidades de su población. Al visitar colegios católicos en todos los extremos de los Estados Unidos, he podido ver como algunos colegios tienen muchos recursos y otros pocos. Algunos son grandes y otros pequeños. En cada uno, el comportamiento de los estudiantes es distinto y está regulado por fuerzas, costumbres y reglas diferentes. Sin embargo, en todos se percibe el propósito permanente de ser fieles al ejemplo de la Santa Madre Iglesia.
La Corte Suprema ha consagrado el derecho de cada familia a elegir el colegio que considere más adecuado para sus hijos. La Corte ha otorgado este derecho, en gran parte, porque entiende el valor agregado que los colegios privados pueden ofrecer a sus estudiantes. Como resultado, se están ofreciendo nuevas becas en Carolina del Sur, a los estudiantes que cumplen ciertos requisitos de elegibilidad, que otorgan la oportunidad de elegir a través del programa Education Scholarship Trust Fund (ESTF). Estas becas son un gran paso en el propósito de seguir educando a nuestros hijos en ambientes donde cada uno sea visto como “un universo” único e irremplazable que merece todo el amor, atención y esfuerzo requeridos para que encuentren su plenitud en Cristo, al servicio de la Iglesia y de la sociedad.
El período de solicitud del ESTF finaliza el 15 de marzo y se reabrirá cada año con fondos cada vez mayores disponibles. El número de familias calificadas también aumentará anualmente. Visite charlestondiocese.org/schools/trust.
Jorge Gomez Villamizar es director de alcance comunitario en Bishop England High School en Daniel Island. Envíele un correo electrónico a jvillamizar@behs.com.