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 | By Cristina Sullivan

El impacto de la Anunciación en nuestros días

¿Qué relación puede haber entre la Anunciación y la manera en que tomamos decisiones en el mundo de hoy? La fiesta en la que celebramos que María aceptó ser la Madre de Dios tiene mucho que enseñarnos con respecto a la manera en que operamos actualmente.

Para empezar, hay una reflexión que parece sumamente valiosa con respecto a este evento: cuando el arcángel Gabriel se presenta ante María, no le anuncia que tiene que ser la madre del Hijo de Dios como si fuera una imposición o una obligación de la que no puede escapar. Muchas personas piensan que las palabras del ángel son una misión ciega o incluso un deber inescapable para María. Pero la verdad es que Dios nunca impone su voluntad a ninguna criatura, y mucho menos a Nuestra Señora. La libertad que él concede, tanto a María como a cada uno de nosotros, es para que tengamos la opción de decir “sí” o “no” voluntariamente, sin obligaciones y ciertamente sin coerciones.

Lo que en realidad el arcángel Gabriel anuncia a María es que ha sido elegida para ser la Madre del Salvador y que ha venido para recibir ya sea su aceptación o su negación del plan de Dios. La primera respuesta de María fue preguntar cómo iba a llevar a cabo este suceso, porque, lógicamente, ella no entendía cómo podría suceder tal cosa. Esta actitud no significa que María dudara de Dios, sino que quería comprender las implicaciones de este plan, con el objetivo de que su “sí” tuviera plena conciencia de lo que se espera de ella. Una vez que María comprende las implicaciones de este anuncio, da entonces una respuesta libre e informada “Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho” (Lc 1, 38).

¿Por qué se cambió la fecha esta año?

La Solemnidad oficial de la Anunciación es el 25 de marzo, es decir, nueve meses antes de Navidad, conmemorando el inicio del embarazo de la Virgen María. Sin embargo, en los años en que la fecha coincide con la Semana Santa, de mayor importancia litúrgica, la solemnidad se traslada al lunes posterior al segundo domingo de Pascua. Este año es el 8 de abril.

Esta actitud es una lección muy valiosa para nosotros, en especial para los jóvenes, porque muchas veces no sopesamos conscientemente ni nos informamos con la debida responsabilidad acerca de las consecuencias de nuestros actos. Especialmente las consecuencias de aquellos actos que tienen la capacidad de cambiar nuestra vida por completo, como es el hecho de concebir un ser humano en el vientre.

La Encarnación viene en socorro del ser humano. “Es a la luz del Verbo Encarnado como la persona humana descubre su propia dignidad” (Conc. Vat. II). Entonces, si vemos que en el seno de María el Verbo se hizo embrión, es decir, se encarnó; si debido a este suceso el Hijo de Dios se encuentra de manera diminuta en las entrañas de María, esto significa que cada vida humana, por pequeña y joven que sea, conlleva en sí misma la dignidad de ser hecha a imagen y semejanza de Dios. Si la vida que estaba en el seno de María era Vida Divina ¿cómo no va a ser verdadera vida humana la que se encuentra en el seno de toda mujer embarazada? Una vez más, a la luz del Verbo Encarnado el ser humano descubre su dignidad, su dignidad incluso en su fase más débil y diminuta.

En la fiesta de la Encarnación descubrimos la dignidad de toda vida humana y la importancia del seno materno para que ésta vida sea acogida. Oremos para que el corazón de cada madre sea un corazón que conozca y abrace con responsabilidad y conciencia las consecuencias de sus acciones, un corazón abierto al don de Dios. Oremos por la vida humana concebida pero aún no nacida, para que tenga la misma acogida que tuvo la vida de Cristo por parte de su madre.