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 | Por Martha Gomez-Escobar

La discapacidad: una oportunidad de dar amor y ser misericordioso

No es muy común que las personas se detengan un momento a pensar en el don de tener buena salud. Y es que cuando se tienen intactas las facultades físicas y mentales para moverse, interactuar con los demás o realizar las más simples tareas diarias, no es posible imaginar cómo es el mundo para las personas que por cualquier razón no tienen la misma suerte.

La discapacidad, según la definición de la Organización Mundial de la Salud, “es una afección que limita o restringe a la persona para realizar ciertas actividades. Estas deficiencias pueden ser físicas, mentales, intelectuales o sensoriales a largo plazo”.

En el Informe Mundial sobre la discapacidad, reportado en el boletín de la Organización Panamericana de la Salud, se dice que alrededor del 15% de la población vive con algún tipo de discapacidad. Las mujeres tienen más probabilidades de sufrir discapacidad que los hombres y las personas mayores más que los jóvenes.

Las personas con discapacidad históricamente han sufrido de discriminación en todos los niveles; dificultad de acceso a salud, educación, recreación etc. La sociedad por mucho tiempo ni siquiera consideró la posibilidad de la inclusión y socialización de estos seres humanos.

En la biblia son muchas las menciones de personas discapacitadas, pero en ella siempre queda claro el amor y la misericordia de Dios hacia ellas: “No maldecirás al sordo, ni pondrás tropiezo delante del ciego, sino que tendrás temor de tu Dios; yo soy el Señor” (Lev 19,14).

Jesús dijo también al que lo había invitado: "Cuando des un almuerzo o una comida, no invites a tus amigos, hermanos, parientes o vecinos ricos, porque ellos a su vez te invitarán a ti y así quedarás compensado. Cuando des un banquete, invita más bien a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los ciegos. Qué suerte para ti, si ellos no pueden compensarte. Pues tu recompensa la recibirás en la resurrección de los Justos" (Lc 14, 12-14).

En una sociedad donde hay un culto hacia la belleza y la perfección, en donde los más fuertes y poderosos son los privilegiados, es importante que los católicos entendamos y hagamos que estos hermanos en condición de discapacidad sean visibles. No podemos seguir ignorando su condición y por el contrario debemos integrarlos. Con pequeños cambios en nuestra actitud, como una sonrisa, extender una mano, un saludo especial, pero sobre todo la inclusión en los grupos y ministerios de la parroquia, lograremos cambiar la vida de muchos.

No podemos olvidar que son muchas las familias que sienten “vergüenza” o han sido discriminadas porque alguno de sus miembros está en condición de discapacidad. Debemos procurar e invitarlos a ser miembros activos de nuestras comunidades. Son muchos los aportes y aprendizaje que se pueden obtener con su participación.

A los niños se les debe enseñar desde pequeños a mirar y tratar con respeto a las personas, independientemente de su discapacidad. Se debe empoderar al joven con discapacidad, para que de esta manera además de aportar a la comunidad, sea consciente de su valor y dignidad. A los adultos discapacitados debemos mostrarles nuestro amor y misericordia, dándoles la oportunidad de ser parte de grupos como el de oración.

Jesús nunca despreció a las personas con discapacidad y por el contrario los acogió y en muchas ocasiones los curó; con ello nos demostró que tenemos una oportunidad de obtener la gracia y la recompensa a la hora de la resurrección.

El Papa Francisco refiriéndose a los enfermos y sus familias dice que “esta cercanía cristiana, de familia a familia, es un verdadero tesoro de sabiduría, que ayuda a las familias en los momentos difíciles a hacer entender el Reino de Dios mucho mejor que muchos discursos, son caricias de Dios”. También dice que “la iglesia invita a la oración continua por los seres queridos afectados por el mal, porque la oración por los enfermos no debe faltar”. ¡Esta es una invitación que debemos acoger!


Martha Gomez-Escobar, LMSW-CHW, es una trabajadora social maestra licenciada y trabajadora de salud comunitaria.