Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo,

El Evangelio de Mateo enfatiza los valores de la fe, la misericordia y la justicia, y cómo se relacionan con la tradición judeocristiana. Recordamos las palabras de nuestro Señor en el Evangelio de Mateo: “Porque tuve hambre y me diste de comer; tuve sed y me diste de beber; fui forastero y me recibiste; estuve desnudo y me vestiste; enfermo y me visitaste; en la cárcel y viniste a verme” (25:35-36). Jesús nos enseñó que este será el criterio por el cual seremos juzgados en el último día. Es importante mantener este mensaje en el centro de nuestra vida diaria y esforzarnos siempre por cumplir nuestro mandato de amar y servir a los demás.

Creemos que cada persona ha sido creada a imagen de Dios y debe ser tratada con dignidad y cuidado, como su hijo o hija. Continuaremos asegurándonos de que nuestras iglesias, escuelas y misiones sigan siendo lugares de culto, educación, hospitalidad y gracia para quienes viven entre nosotros.

Nuestra fe compartida nos llama a caminar junto a los más vulnerables, y seguimos comprometidos a servir a cada miembro de nuestras comunidades con el amor y la comprensión que Cristo nos mostró. El Papa Francisco, en su carta con motivo de la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, dijo que “Dios no solo camina con su pueblo, sino también dentro de él… se identifica con hombres y mujeres en su viaje a través de la historia, particularmente con los más pequeños, los pobres y los marginados.”

El Catecismo de la Iglesia Católica señala que la enseñanza católica no respalda una política de fronteras abiertas en el mundo moderno; sin embargo, enfatiza un enfoque de sentido común donde el deber de cuidar al extranjero se practique en armonía con la responsabilidad de cuidar a la nación.

Como su obispo y pastor, expreso mi gratitud a todos los inmigrantes en la Diócesis de Charleston que, con su bondad y fidelidad, contribuyen enormemente a nuestra Iglesia y a nuestro país. A lo largo de varias generaciones, inmigrantes de muchas naciones han establecido su hogar en la diócesis. Los católicos de distintos continentes han enriquecido nuestra diócesis con su gran fe y devoción al Señor, así como con sus familias y su servicio a la Iglesia de Cristo en Carolina del Sur. Su presencia es un regalo para todos nosotros, y agradecemos a Dios por ellos. Oramos por su fidelidad, resiliencia y perseverancia ante tantas incertidumbres.

Como Iglesia, siempre nos preocuparemos por la dignidad de las personas y los derechos humanos fundamentales. La Iglesia reconoce que hay personas que residen en esta nación sin documentación legal, y no justificamos esta violación de las leyes del país. Cada nación tiene el derecho de proteger y mantener sus fronteras.

El Papa Francisco nos anima a participar en la caridad cristiana a través de la integración, la protección y el acompañamiento. Podemos ver de primera mano las contribuciones de nuestros hermanos de muchas naciones a nuestras comunidades y a este estado. Continuaremos acompañándolos en el camino de la fe, así como Cristo nos acompaña en nuestro camino por esta vida. Aunque los católicos de todo el mundo expresamos nuestra fe de formas diversas y tenemos distintas perspectivas, estamos unidos por la Gran Comisión de ser una sola Iglesia, amando a Dios y al prójimo.

Que nosotros, como un solo Cuerpo en Cristo, nos unamos en la fe y el entendimiento a medida que avanzamos. Que el Señor nos conceda sabiduría y valor para actuar con justicia y misericordia. Y que el Espíritu Santo nos guíe a promover una cultura de paz, respeto por la vida y dignidad de cada ser humano.

En el amor de Cristo,

Excmo. Mons. Jacques Fabre-Jeune, CS
Obispo de Charleston