Crónica del Incendio Eucarístico
Comenzamos a despedirnos luego de diez horas de convivencia; lo hicimos con la familiaridad de hermanos y hermanas que se conocen de toda la vida; algunos nos abrazamos, otros se dieron fuertes apretones de manos, y en un grupo más allá brotaron lágrimas. Todos sabíamos que el fuego que se había prendido implicaba una misión, y salimos con alegría a cumplirla.
Comenzamos a despedirnos luego de diez horas de convivencia; lo hicimos con la familiaridad de hermanos y hermanas que se conocen de toda la vida; algunos nos abrazamos, otros se dieron fuertes apretones de manos, y en un grupo más allá brotaron lágrimas. Todos sabíamos que el fuego que se había prendido implicaba una misión, y salimos con alegría a cumplirla.
La jornada para la mayoría de los asistentes había comenzado sobre las cinco de la mañana, tres horas antes de que atravesamos las puertas del Centro Metropolitano de Convenciones de Columbia, donde 1.700 católicos de todos los colores y lenguas nos dimos cita para asistir al Primer Congreso Eucarístico Diocesano.
Los voluntarios, en su mayoría latinos, dirigieron el tráfico humano hacia el salón central donde Steve Angrisano y Javier Iván Diaz, cantautores católicos, interpretaron alabanzas tanto en inglés como en español.
La audiencia estaba lista para recibir a nuestro obispo Jaques Fabre-Jeune, CS, y a su invitado, Joseph Espaillat, el obispo más joven de los Estados Unidos. Les dimos un caluroso aplauso de bienvenida, y durante la presentación del obispo auxiliar de Nueva York, nuestro pastor resaltó algunos logros de la iglesia local en lo que va de 2024. Un total de 814 nuevos católicos el Sábado de Gloria, más de 1000 confirmados hasta el 6 de abril, y los asientos para el Primer Congreso se agotaron en cuanto salieron a la venta y contra todo pronóstico de éxito.
Seguidamente tomó la palabra el primer obispo de origen dominicano, quien se dirigió a la audiencia en inglés y enfatizó que el evento era preparatorio del X Congreso Eucarístico Nacional, que tendrá como sede Indianápolis del 17 al 21 de julio de 2024. Dijo que durante 83 años hemos estado esperando este evento y que en Columbia “estamos iniciando un fuego, no un programa”.
Pasada la zona de calentamiento, unas 100 personas desfilaron por el corredor central, entre ellas monaguillos, diáconos y sacerdotes que acompañaron a los obispos Fabre y Espaillat durante la Misa concelebrada que abrió oficialmente la jornada. La homilía de Monseñor Jacques nos permitió entender que cuando oramos como Iglesia, nadie puede tocarnos y que debemos aprovechar el amor que hay por la Eucaristía en Carolina del Sur para evangelizar a los bautizados.
Tras la bendición con la que concluyó la celebración eucarística, marchamos en procesión durante algo más de una hora por las calles de la capital del estado. El tráfico se detuvo al paso del Santísimo que cargaron bajo al palio inicialmente los obispos y luego un par de sacerdotes. Algunos transeúntes miraban con sorpresa y respeto el desfile de creyentes y uno que otro católico se postró de rodillas en el andén al recordar la importancia del que pasaba.
Cuando regresamos luego del almuerzo, la comunidad hispanohablante asistió a una de las dos conferencias: La Eucaristía: Memoria de vida con el padre Gildardo García.
El orador principal en español
Un buen orador tiene algunas claves que le permiten conectarse rápidamente con su audiencia. Algunos usan chistes, otros anécdotas y unos pocos, como en este caso, elementos que les unen a su público. Monseñor Espaillat subió a la tarima y le seguimos con los ojos. De repente, gritó levantando el micrófono: “¿Cómo se sienten?” Giró la cabeza y se puso la mano al oreja para escuchar la primera respuesta tímida del público. Recordó que era dominicano y que en la última parte, deberían estar de pie y flexionar las piernas, mostrar la palma al piso y decir: “Ahí, ahí con Jesucristo”. Al quinto intento, más de mil latinos hicimos vibrar el salón principal en menos de dos minutos. De nuevo, pregunto: “¿Cómo se sienten?” Respondimos en coro y a toda voz: “Bendecidos por el Señor. Amados por María y ahí, ahí con Jesucristo”.
Recordó que este congreso hace parte de un llamado nacional que tiene como lema: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo” (Jn 6, 51).
Enfatizó en la misión y visión que la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos tiene para el evento nacional; sobre la primera dijo, “Renovar la Iglesia encendiendo una relación viva con el Señor Jesucristo en la santa Eucaristía.
“Para entenderla debemos preguntarnos: ¿Cómo está mi relación con el Señor especialmente presente en la Eucaristía? ¿Estoy participando de este regalo de Dios regularmente? ¿Estoy en comunión con la Iglesia?”
Nos recordó que al comulgar nos convertimos en alter Christus, o “otro Cristo” para nuestros hermanos y hermanas, y que para muchos de ellos somos la única oportunidad de ser evangelizados. Retó a los participantes a ser Jesucristo en sus lugares de trabajo y sus comunidades. Planteó que quienes no le conocen o se han alejado de él deberían verle en nuestros rostros, compartiendo la generosidad de su amor y misericordia con un rostro alegre y bondadoso.
Sobre la visión mencionó: “Inspirar un movimiento de católicos en todo Estados Unidos que sean sanados, convertidos, formados y unificados por un encuentro con Jesús en la Eucaristía, y que luego sean enviados en misión ‘para la vida del mundo’.
“La sanación viene en parte con los sacramentos; está en el sacramento de la reconciliación, también en el de la Eucaristía. Cuando recibimos la sagrada Eucaristía, recibimos a Jesucristo, que se comparte generosamente en nosotros y somos sanados”, dijo, comentando los puntos principales de la visión.
Por esa razón y para comprender el valor, especialmente de la Eucaristía, debemos formarnos buscando la conversión con el objetivo de dar un mejor ejemplo en nuestra vida familiar y de sociedad. La conversión implica evitar acciones que social y espiritualmente se consideran equivocadas. Ejemplificó con el consumo licor en exceso, el temperamento explosivo en casa y la falta de cambio luego de asistir a Misa. Cuando esto ocurre estoy rechazando la conversión; estoy negándole a Cristo que entre en mi vida.
Según nuestro orador, la formación debe ofrecerse en las parroquias o a nivel diocesano. Tenemos que aprender a leer la Biblia, a entender los diferentes tipos de oración y leer sobre Cristología y elementos básicos de eclesiología. Todos estos son conocimientos necesarios para un católico que tarde o temprano podrá recibir preguntas en casa o en la calle sobre su fe.
También habló sobre la unidad. ¿Qué más nos puede unir si no es la Eucaristía? Debemos entender que Dios se nos da a sí mismo en la Eucaristía, y este darse, es un signo de amor y debe ser un elemento unificador en nuestra fe católica.
La invitación es “a que ustedes enciendan el fuego y que con el poder del Espíritu Santo lleguen a sus comunidades, a sus escuelas, a sus trabajos a evangelizar sobre el poder de la Eucaristía. Eso es lo que el Señor quiere” dijo el obispo, comenzando a cerrar su intervención y mientras se paseaba sobre el escenario, haciendo difícil el trabajo del camarógrafo, con quien bromeó antes de proseguir.
Retomó con una cita de Mateo quien, en el penúltimo versículo de su Evangelio, nos recuerda el mandato de Cristo: “Vayan, y hagan … discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (28, 19). Nos envía en misión, ¿pero lo hacemos?
Cuando le indicaron que había sobrepasado el tiempo asignado, agilizó el paso para hablar de la necesidad de evangelizar a los bautizados y de buscar encuentros personales con Cristo en jornadas de adoración y oración.
Concluyó con un reto a los padres y abuelos sobre el envío de misioneros. Cuestionó: “¿Cuántos inculcan en sus hijos el servicio a la Iglesia? ¿Cuántos les proponen el sacerdocio o la vida religiosa como una opción?”
La extendida jornada se cerró con cinco conferencias simultáneas: las de las hermanas Guadalupe Flores, OLVM, y Migdalia Flores, DC, y en salas paralelas, los diáconos Bert Chávez y Samuel Aguilar, compartieron los últimos temas del día. Regresamos al salón central, donde el obispo Espaillat lideró el cierre con las vísperas y la bendición del Santísimo.
Así se prendió el fuego en la Diócesis de Charleston. Y en ti amigo, queda el compromiso de hacerlo un incendio.
Edgar G. Ángel es coordinador del ministerio hispano en la iglesia de Santo Tomás Apóstol en North Charleston. Enviale un correo electrónico a eangel@charlestondiocese.org.