Celebramos nuevos comienzos en Ward
En el condado de Saluda, Carolina del Sur, existe un pueblecito llamado Ward. Cuando tránsito hacia esta pintoresca zona rural, algo invade mi interior. Siento una paz profunda al conectarme con la belleza de los campos llenos de verdor y porciones inmensas de terreno llenas de cultivo como los duraznos. Todo me invita a acercarme a la fertilidad de la madre tierra. En el medio entre el pueblo de Saluda y Ward existe una pequeña parroquia, pero grande en espíritu, que lleva por nombre St. William. Diría que también una comunidad muy fértil por la cantidad de niños y jóvenes, pero sobre todo por su apertura a recibir la semilla que Dios quiere plantar en sus corazones.
En el condado de Saluda, Carolina del Sur, existe un pueblecito llamado Ward. Cuando tránsito hacia esta pintoresca zona rural, algo invade mi interior. Siento una paz profunda al conectarme con la belleza de los campos llenos de verdor y porciones inmensas de terreno llenas de cultivo como los duraznos. Todo me invita a acercarme a la fertilidad de la madre tierra. En el medio entre el pueblo de Saluda y Ward existe una pequeña parroquia, pero grande en espíritu, que lleva por nombre St. William. Diría que también una comunidad muy fértil por la cantidad de niños y jóvenes, pero sobre todo por su apertura a recibir la semilla que Dios quiere plantar en sus corazones.
El 5 de agosto, hemos sido bendecidos de una manera especial cuando nos visitó un prelado, el cardenal de Guatemala Álvaro Ramazzini. Su motivo era encontrarse y animar a un grupo de guatemaltecos que son parte de nuestra parroquia. Con qué prontitud, alegría y generosidad se preparó la comunidad para recibir la visita. Sus palabras nos alentaron, pero a la vez nos retaron a no tener miedo de testimoniar nuestra fe. Monseñor vino acompañado del Coordinador Nacional de las Comunidades Mayas de los Estados Unidos que nos narró su testimonio como indígena migrante y su proceso en los Estados Unidos, un verdadero ejemplo de fe y superación. Algunos de los miembros de nuestra comunidad ofrecieron sus testimonios de cómo Dios ha obrado en sus vidas.
Una semana después, tuvimos la gracia de la visita de nuestro obispo Jacques Fabre-Jeune, CS. El obispo quiso bendecir personalmente el antiguo convento que ha sido restaurado como residencia para las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl quienes fueron fundadas en 1633 para el servicio de los necesitados. El año pasado para estas fechas, llegamos, las hermanas Paula Gallant, Consuelo Tovar, y esta servidora Migdalia Flores, a Lexington con el padre Orlando Cardona, para servir en el condado de Saluda a los migrantes que vienen con visas de trabajo para cultivar los campos. El padre Orlando tuvo que regresar a su país y fue reemplazado por el padre Vicente Finnerty, CM. Durante este año, las hermanas estuvimos viviendo en Lexington y viajamos a Ward, Saluda, Johnston y Pelion para encontrarnos con los migrantes trabajadores y la comunidad hispana del área.
El motivo de la visita de nuestro obispo fue precisamente para bendecir el restaurado convento que ahora lleva el nombre de Casa Encuentro, celebrar la Eucaristía y participar en un convivio con la comunidad. La bendición del restaurado convento fue un momento muy emotivo para toda la comunidad, ya que fue un reto para todos que el edificio estuviera en condiciones para vivir. Mons.
Jacques roció cuarto por cuarto con agua bendita, mientras que un grupo de feligreses le acompañaban y de fondo se escuchaba la canción de Flor y Canto: Si Dios no Construye la Casa.
La gente se quedó muy impresionada de la cercanía de nuestro padre y pastor, Mons. Jacques. Monseñor ha trabajado muchos años entre migrantes ya que es el carisma de su comunidad religiosa. Tanto Padre Vicente como él han trabajado en México y dominan el español, pero además conocen la cultura.
Después pasamos a la fiesta de las fiestas, la Eucaristía. En la homilía monseñor se dirigió de manera personal a los niños y jóvenes. Les exhortó a ser profetas y a decir siempre la verdad. Decía que “ser profeta es decir la verdad incluso si hay que sacrificar la vida”. Para concluir, tuvimos un pequeño convivio en los predios de la parroquia, sencillo pero muy ameno. Monseñor se despidió de nosotros pronto por compromisos, pero nos aseguró que regresaría.
Las dos visitas a la comunidad de St. William, el cardenal Ramazzini y nuestro obispo Fabre, fueron motivo de alegría, las recordamos como una bendición para nosotros, y no tenemos palabras para agradecerles. Por eso proclamamos del Salmo 125: “El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres”.
La hermana Migdalia Flores, DC, coordina los servicios sociales y espirituales para los trabajadores agrícolas inmigrantes hispanos en el área de Batesburg/Ward. Envíele un correo electrónico a mflores@charlestondiocese.org.