Apóstol de la esperanza
Santa María Magdalena es una de las personas más recordadas en la historia de la Iglesia, hay varios rumores acerca de su vida antes de conocer a Cristo, sin embargo no existen fuentes fidedignas ni datos concretos para sostener la gran mayoría. De lo que sí hay datos concretos es de sus experiencias como apóstol de Jesús. En el Evangelio encontramos cuatro pasajes en los que podemos meditar acerca del papel que ella jugó en el ministerio público de Cristo, y en la vida apostólica de la Iglesia antes y después de la resurrección. Son pasajes muy especiales que nos pueden iluminar en nuestro propio camino de conversión.
Santa María Magdalena es una de las personas más recordadas en la historia de la Iglesia, hay varios rumores acerca de su vida antes de conocer a Cristo, sin embargo no existen fuentes fidedignas ni datos concretos para sostener la gran mayoría. De lo que sí hay datos concretos es de sus experiencias como apóstol de Jesús. En el Evangelio encontramos cuatro pasajes en los que podemos meditar acerca del papel que ella jugó en el ministerio público de Cristo, y en la vida apostólica de la Iglesia antes y después de la resurrección. Son pasajes muy especiales que nos pueden iluminar en nuestro propio camino de conversión.
El primer pasaje es su liberación de siete demonios por obra de Cristo (Lc 8, 2). En este pasaje, María Magdalena nos representa a cada uno de nosotros, y los demonios representan los siete pecados capitales. Es una escena en donde se constata la autoridad de Cristo y el poder que tiene para liberarnos de cualquier vicio o pecado que podamos estar padeciendo. Nos demuestra la libertad que Cristo nos ofrece, una libertad absoluta y radical.
La experiencia personal del amor de Dios es lo que cambia la vida, sin esta experiencia la fe puede ser entendible pero no puede ser creíble, y mucho menos abrazada como opción de vida.
“Se dedicó a servirle con sus bienes” (Lc 8, 3). En este pasaje vemos cómo María Magdalena se une al apostolado de las santas mujeres que servían a Cristo y a sus discípulos durante el ministerio público, no sólo con sus bienes materiales, sino especialmente con su entrega y dedicación a la tarea del Mesías.
La entrega que exige seguir a Cristo con determinación es el paso natural después de una verdadera conversión. El querer donar y devolverle a Cristo todo el bien que nos ha hecho es fundamental para que nuestra fe madure, crezca y dé fruto. Si no hay entrega, si no hay actos que la sostengan, nuestra fe estará destinada a secarse y extinguirse.
Tres evangelistas describen a La Virgen María y a San Juan siendo acompañados por María Magdalena a los pies de la cruz (Mt 27, 55; Mc 15, 40; Jn 19, 25). Ella fue una de las pocas personas que recibieron la gracia de permanecer junto a Jesús a pesar del dolor, la infamia y la injusticia. Es una de las santas que nos puede ayudar a perseverar en los peores momentos de nuestra vida.
Cada ser humano lleva una cruz y la única manera de encontrar la salvación es siguiendo a Cristo durante su pasión, acompañarlo y arrodillarse a los pies de su cruz. Aprender a adorar a Dios en medio del dolor, como lo hizo María Magdalena, es clave para la vida cristiana, para evitar que se nos endurezca el corazón y perdamos la fe, para crecer y convertirnos en quienes estamos llamados a ser: testigos de esperanza y resurrección. La cruz es la entrada a la vida nueva y verdadera que se nos tiene prometida, y saber perseverar en nuestro propio vía-crucis es la manera de conseguirla.
Los cuatro evangelistas narran el encuentro de la Magdalena con Cristo resucitado (Jn 20, 17), momento en el que Cristo le concede su gran misión de ser la apóstol de la esperanza y la resurrección.
No hay cruz sin resurrección. Después de vivir nuestra pasión personal e intransferible tenemos dos opciones: o perder la fe y darle la espalda a Cristo renegando lo vivido, o ir a buscarlo, incluso si eso significa bajar a la tumba. Si escogemos la opción de no perder la fe a pesar de lo vivido, veremos que lejos de encontrar una tumba nos encontraremos con Cristo Resucitado. Entonces experimentaremos la renovación que ninguna otra persona o circunstancia nos puede ofrecer y cantaremos “Aleluya” por lo ocurrido.
Estas son las grandes lecciones que María Magdalena nos deja con su testimonio en los Evangelios. Acerquémonos en oración a Jesús y pidámosle que nos enseñe a vivir la fe de tal manera que demos frutos de resurrección, pidamos la intercesión de esta gran santa para que nuestra fe madure y podamos ser apóstoles de la esperanza.
Cristina Umaña Sullivan es socióloga cultural que se ha dedicado a la evangelización por más de 10 años con especialidad en Teología del Cuerpo y creación de identidad desde la perspectiva cristiana. Envíele un correo electrónico a fitnessemotional@gmail.com.