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 | Por Cristina Sullivan

Una santidad oculta: el nacimiento de la Virgen María

Cuando se conmemora el nacimiento de un santo, se suelen señalar sus virtudes, triunfos y hazañas más representativas. En septiembre se celebra el cumpleaños de la Virgen María. Entonces, ¿qué virtudes, triunfos y hazañas podemos elegir para esta oportunidad? Las siguientes palabras parecen ser algunas de las más acertadas que se han dicho respecto a la Virgen María: “Todo lo que se ha escrito sobre la Virgen Madre de Dios me demuestra que la suya es la más escondida de todas las santidades. Lo que algunas personas dicen sobre ella a veces nos dice más acerca de ellas mismas que sobre Nuestra Señora”. Esto lo deja claro: lo que voy a escribir seguramente dice más de mí que de la Virgen María. Espero que estas palabras sean para la gloria de Dios.

Su santidad es la más oculta de todas, sin embargo, ella fue escogida para traer la santidad misma en Jesucristo al mundo. Lo que podemos aprender de esa santidad escondida es que no se trata de brillar, rezar, ayunar y entregar más (aunque todo sea fruto de la santidad). Se trata de esconderse en Dios de tal manera que sea sólo él quien actué, con quien la gente se encuentre y a quien vean cuando se acerquen a nosotros o hablen de nuestra vida. Eso fue lo que ella hizo. Ese es el ejemplo que nos dejó.

Lo que se sabe del nacimiento de la Virgen María es por tradición; es decir, no se encuentra en las sagradas Escrituras, pero lo conocemos por vía oral, y se ha condensado en textos tales como los Evangelios apócrifos, entre otros. Sus padres fueron Santa Ana y San Joaquín, y se dice que fue una hija nacida en la vejez de sus padres. Su concepción fue proclamada como dogma el 8 de diciembre de 1854 por el Papa Pio IX (motivo por el cual el cumpleaños de Jesús se celebra el 8 de septiembre, nueve meses después). Se dice que al cumplir tres años, María fue entregada al templo para que fuera virgen consagrada. También se dice, por tradición oral, que San José hizo votos de consagración, razón por la cual vivieron un matrimonio casto.

Ha habido un gran número de sacerdotes devotos de la Virgen María y San José a lo largo de la historia, uno de ellos fue el difunto Padre Fernando Umaña Montoya, autor y teólogo que pronunció una homilía sobre “José de Nazaret: Esposo de María”. Compartió una interesante explicación sobre la relación de ambos como pareja, basada en uno de los pasajes más esenciales del Evangelio sobre San José (Mt 1, 18-25). En este pasaje se nos dice que José, al enterarse que María estaba embarazada, quiso repudiarla en secreto. Mucha gente ha interpretado esta decisión de San José diciendo que estaba desconsolado porque pensaba que María había encontrado a otro hombre, por lo que la iba a abandonar. Sin embargo, el Padre Umaña explicaba otra versión de los hechos que dice así:

San José era un hombre justo y fue la persona escogida para ser el esposo de María. Ambos practicaban una profunda fe y, según la tradición, ambos estaban consagrados a Dios; es decir, se habían dado mutuamente todo su ser, incluida su castidad.

José sabía que María era una mujer excepcional y, en la tradición judía, se esperaba que el Mesías naciera de una virgen. Entonces, cuando José se enteró que María estaba embarazada, quiso en secreto repudiarla, no porque estuviera desconsolado, sino todo lo contrario: sabiendo bien quién era, no dudó que era la virgen escogida para ser la madre del Mesías.

Quería repudiarla para que cuando los demás supieran que María estaba embarazada, no pensaran que había sido fruto de la unión con él, sino que aceptaran más abierta y fácilmente que la virgen de quien iba a nacer el Mesías era ella, como habían estado esperando.

Esta explicación me pareció preciosa, y hay que decir que esta es una de las muchas interpretaciones de la relación entre la Virgen María y San José, y no pretende convertirse en dogma. Su santidad está oculta; lo que sabemos es que este mes celebramos el cumpleaños de Nuestra Madre.

Pensemos en un regalo que podamos hacerle, uno que le encante. Seamos agradecidos por el ejemplo de santidad oculta que nos dejó, y sobre todo por ser portadora del mejor regalo: Jesús.