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 | Por Jorge Villamizar

Un pueblo apartado: la vida cristiana en Cristo

¿Qué diferencia a un cristiano? En el Evangelio de Juan, Jesús dice que el cristiano se distingue por su amor: “En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (13, 35). Aquí, Jesús deja claro que el cristiano se reconoce por el trato interpersonal entre los miembros de la comunidad y las prioridades que rigen sus vidas.

En el Evangelio de Mateo, Jesús se refiere a una sensación distinta que deja el cristiano que lo debe diferenciar del resto de la gente: “Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada …” (5, 13). El cristiano auténtico se deja conocer por unas cualidades que lo consagran a una visión y acción dentro del mundo que no es posible sin encuentro con Jesúcristo.

Cada generación de cristiano debe distinguirse al expresar de nuevo el mensaje de Dios. Estas voces cristianas son diferentes a las del tumulto porque hablan sobre el amor profundo que Jesús vino a traer a la tierra. En nuestros tiempos, el mundo no sabe comprender el valor intrínseco de la vida. Hay confusión y desespero por sentirse valorados e importantes, y esto se desemboca en intentos desenfrenados de ocupar puestos importantes, poseer montes abundantes de riquezas, o de lograr la admiración y elogios de la sociedad. Esta confusión sobre el valor intrínseco de la vida lleva a la sociedad a negar los derechos y valores de muchos seres humanos. El aborto, la eutanasia, la pena de muerte, y las injusticias económicas y sociales son señas claras que la sociedad moderna menosprecia a personas vulnerables.

En cambio, el cristiano se distingue por su insistencia, anclada en el amor, de que toda vida humana tiene un valor infinito, desde la concepción hasta la muerte natural. Este valor requiere que la dignidad humana, una dignidad basada en ser hecha en imagen y semejanza con Dios, sea respetada. Dentro de la doctrina social de la Iglesia, la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos ha identificado siete temáticas:

Cada persona es preciosa, y “la vida humana es sagrada y que la dignidad de la persona es la base de una visión moral para la sociedad”. Toda sociedad debe construirse sobre la idea de que cada vida es de infinito valor.

El matrimonio y la familia son los fundamentos claves de la sociedad. Esto significa que familias y matrimonios saludables crean sociedades y países saludables. Científicos han corroborado esta idea, demostrando la conexión entre familias rotas con la violencia, abuso de sustancias, y muchos otros males.

Los seres humanos tenemos derechos y deberes. Nuestro derecho a la vida digna se balancea con una responsabilidad al prójimo y a la sociedad en la que vivimos. Hoy en día, mucha gente reclama sus derechos sin tomar el tiempo de reconocer y cumplir con sus responsabilidades al prójimo.

La sociedad siempre debe preocuparse primero por los pobres e indefensos. En una cultura que cree que hay gente desechable, la Iglesia dice que una sociedad se puede juzgar por la forma en la que trata al “más pequeño de mis hermanos” (Mt 25, 40).

El trabajo dignifica la vida, y es un derecho de la humanidad. Por eso, los sueldos deben permitir que todo trabajador pueda suplir sus necesidades. “Si se ha de proteger la dignidad del trabajo, entonces deben respetarse los derechos básicos de los trabajadores: el derecho a un trabajo productivo, a salarios adecuados y justos, a organizar sindicatos y a unirse a ellos, a la propiedad privada y a la iniciativa económica”.

Todo humano pertenece a la familia de Dios, aparte de su raza, nacionalidad, religión, ideología u otras diferencias. Esto nos pide que estemos atentos y listos siempre a ayudar a otros, sin dejarnos separar por las diferencias entre nosotros.

Tenemos el deber de cuidar la tierra y sus habitantes. Esto va a la raíz de la creación del humano, cuya misión es cuidar el jardín de Dios. Debemos estar atentos y respetar toda creación en la tierra.

Cada una de estas temáticas está diseñada para proteger y cuidar la vida humana. La mirada de la Iglesia al ser humano es como la del Señor, que dijo, “Dios no mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el corazón” (1 Sm 16, 7).

Nuestro llamado es a no dejarnos distraer, pero siempre ser la sal de la tierra al ver en el corazón de cada persona la imagen de Dios, que nos pide amor desde la concepción hasta la muerte natural.


Jorge Gomez Villamizar es director de alcance comunitario en Bishop England High School en Daniel Island. Envíele un correo electrónico a jvillamizar@behs.com.