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 | Por Cristina Sullivan

¿Qué hace Jesús a la derecha del Padre?

Cuando celebramos la fiesta de la Ascensión de Cristo, ya han pasado 40 días desde su Resurrección. Debido a lo anterior, sabemos que Cristo ya estaba glorificado; sin embargo, esa glorificación seguía velada por su corporeidad, por ese medio físico de mostrarse ante el mundo para ser reconocido por sus discípulos. El hecho de que Cristo, una vez resucitado, se hubiera mostrado a sus discípulos de manera corpórea era un acto de misericordia, porque su naturaleza ya había superado el cuerpo mortal en el que se encarnó. ¿Cuándo alcanza Cristo la máxima gloria de su Resurrección? Al ascender a los cielos y sentarse a la derecha del Padre.

¿Qué significa estar sentado a la derecha del Padre? ¿Qué hace Cristo allí? En el Catecismo de la Iglesia Catolica encontramos que por la diestra del Padre se entiende la gloria y el honor de la divinidad. Dios hecho hombre está sentado en el lugar donde mora la Trinidad después de que su carne fuera glorificada por medio de su entrega en la Cruz. El Hijo regresó después de haber cumplido en totalidad y perfección la voluntad del Padre. Ha ascendido con su humanidad y corporeidad porque ambas forman parte de su naturaleza de Hijo de Dios: Cristo es verdadero Dios y verdadero Hombre.

Estar sentado a la derecha del Padre no significa permanecer estático; significa compartir la plena intimidad en el seno de la Trinidad. Allí, Cristo está llevando a cabo una acción salvífica. ¿Cuál?  La de reinar con y desde su humanidad. Cristo ha restaurado el género humano y nuestra naturaleza caída, entonces ya puede reinar sobre nosotros: se ha convertido en nuestro Rey y reina desde el cielo con el Padre y el Espíritu Santo. Ya no hay fronteras entre el reino del cielo y el de la tierra, porque Cristo ha conquistado esa brecha que había generado el pecado. Ahora, la muerte ha sido vencida y esa frontera ha desaparecido.

Otra cosa que Cristo hace estando en la gloria celestial es interceder incesantemente a favor nuestro ante el Padre, mostrándole su humanidad y derramando su Divina Misericordia. Al estar a la derecha del Padre, Cristo nos envía su Espíritu; desde su seno, derrama continuamente ese Espíritu en nosotros. Eso significa que la Trinidad se derramapara que tengamos una vida nueva. Esta nos provee de la esperanza de llegar algún día junto a Él. Y esa esperanza nos permite seguir trabajando por el Reino de los Cielos y abrazar nuestra cruz porque sabemos que la Resurrección está asegurada.

Jesucristo derrama continuamente su gracia. Su gracia se traduce en nosotros en esperanza: la de alcanzar la plenitud para la que fueron hechos nuestros corazones, la de ese destino que ha sido inaugurado con Jesucristo al abrirnos las puertas del Paraíso, que habían sido cerradas con la expulsión de nuestros primeros padres Adán y Eva. Eso es lo que significa cuando decimos: “Jesucristo ha sido el primogénito de entre los muertos”. Él ha sido el primero en entrar en la gloria, y ahora tenemos la esperanza de participar con Él en esa misma gloria.

En el Evangelio encontramos el siguiente anuncio de Cristo: “María, no me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles ‘Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios’ (Jn 20, 17). María Magdalena es la mensajera no sólo de la Resurrección sino también de la Ascensión, las dos realidades que demuestran la gloria de Dios. Además, otro pasaje habla de lo que sucederá en el momento de la Ascensión: “Y yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12, 32). Ese “ser levantado” se refiere tanto a la crucificción como a la Ascensión, y estando Él en el cielo nos atrae hacia su misericordia y también hacia su gloria.

En esta fiesta, recibamos la gloria que Cristo anhela compartir con nosotros. Aprendamos como María Magdalena a ser mensajeros de la gloria divina; permitamos que habite en nosotros el don del Espíritu Santo; compartamos la alegría de la Resurrección y la esperanza de la vida eterna, aquella vida que inicia cuando somos llamados a la gloria de Dios. Él nos espera en el trono celestial y desea que nos dirijamos hacia Él desde ahora, con un corazón abierto a sus dones.


Cristina Umaña Sullivan es socióloga cultural que se ha dedicado a la evangelización por más de 10 años con especialidad en Teología del Cuerpo y creación de identidad desde la perspectiva cristiana. Envíele un correo electrónico a fitnessemotional@gmail.com.