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 | Por Jorge Villamizar

Los santos son maestros de la vida

¿Qué son las obras de misericordia y que tienen que ver con la educación? Las obras de misericordia son actos que definen el ministerio de Jesús. A través de su ejemplo, Jesús dejó una lista para ser como él, continuar su obra, y suplir las necesidades más profundas de nuestro prójimo. Esa lista se llama las obras de misericordia. Dentro de esta lista de obras, está el llamado a instruir al ignorante.

Todos debemos estar preparados para instruir al ignorante. Jesús no era graduado de una gran universidad, sin embargo, era un estudiante y maestro de la vida. Igual que su madre, cuidadosamente meditaba sobre los acontecimientos cotidianos, ya fuera la pérdida de una moneda, la siembra de una cosecha, o la amistad de vecinos que le piden pan a sus amigos, incluso a medianoche. Usaba estos acontecimientos diarios para generar parábolas y enseñar sobre Dios. Sin títulos, universidades, grados, ni acreditaciones, Jesús fue el gran maestro que abrió el Libro de la Vida a todos.

Todo santo sigue este camino de aprendizaje y enseñanza, el camino del maestro. Algunos, propiamente lo hacen dentro de escuelas, como fue el caso de Santa Laura Montoya. Otros crearon nuevas técnicas pedagógicas, como fue el caso con San Bosco o San Moreau. Más santos aun simplemente se tomaban el tiempo de escuchar e instruir a la gente, donde fuera que estuvieran.

Hoy, para los feligreses, el llamado sigue siendo el mismo: instruir y evangelizar. Todo conocimiento humano, ya sea laboral, técnico, académico, o espiritual, acerca al humano a Dios y eleva la dignidad de quien aprende. En nuestros trabajos, encontramos jóvenes comenzando sus vidas laborales. En cualquier momento, podemos encontrarnos con alguien que tiene deseos de aprender más sobre la fe cristiana. La mayoría de nosotros tendremos hijos que dependerán de nuestras instrucciones y consejos. Cada vez que tomamos estos momentos para instruir al prójimo, en oración, con la intención de ayudarlo a crecer, hemos cumplido una obra de misericordia.

También hay feligreses cuya vocación es la enseñanza. Catequistas voluntarios y diáconos son fundamentales durante la preparación para los sacramentos y la iniciación a la vida católica. Por otro lado, los instructores laicos ahora son la pieza angular de nuestros colegios e instituciones educativas. Años atrás, los sacerdotes y monjas eran los principiantes maestros dentro de las escuelas. Sin embargo, hoy en día el católico laico es el que, a través de su ejemplo, palabra, y esfuerzo, debe guiar a nuevas generaciones en los caminos del conocimiento. El Vaticano reconoce la importancia de la labor de los docentes. Como dice la sagrada congregación para la educación católica en su documento El Laico Católico Testigo de la Fe en la Escuela, “La tarea educativa es ardua, de inmensa trascendencia y por lo mismo de delicada y compleja realización. Requiere calma, paz interior, ausencia de sobrecarga de trabajo y un continuo enriquecimiento cultural y religioso, condiciones que pocas veces pueden darse juntas en la sociedad de hoy. La naturaleza de la vocación del educador laico católico debería ser dada a conocer con más frecuencia y profundidad a todo el Pueblo de Dios por quienes están más capacitados para ello en la Iglesia. El tema de la educación, con todas sus implicaciones, debería ser abordado con más insistencia ya que es uno de los grandes campos de acción de la misión salvífica de la Iglesia”.

Así es que la Iglesia reconoce que en la educación se encuentra la salvación. Aunque los docentes tienen una vocación especial a la enseñanza, todo católico laico puede sentirse igualmente llamado a buscar una comprensión profunda de la fe que le permita siempre compartirla con el prójimo. A esto exhorta Pedro a los cristianos cuando dice, “Si alguien les pregunta acerca de la esperanza que tienen como creyentes, estén siempre preparados para dar una explicación; pero háganlo con humildad y respeto. Mantengan siempre limpia la conciencia. Entonces, si la gente habla en contra de ustedes será avergonzada al ver la vida recta que llevan porque pertenecen a Cristo. Recuerden que es mejor sufrir por hacer el bien—si eso es lo que Dios quiere—¡que sufrir por hacer el mal!” (1 Pe 3, 15-17).

En conjunto, lo que los documentos de la Iglesia dejan claro es que el cristiano que quiera instruir al ignorante debe hacer su mejor esfuerzo para vivir con una conciencia libre que le permita transmitir, no sólo conocimiento, sino un auténtico espíritu de paz. Así, nos podemos dar cuenta que aun sin hablar de Dios, podemos instruir al ignorante con una forma de vida que contradiga la cultura vana que vive por el poder, la plata, el placer, y el orgullo personal.

Los santos han sido muchas cosas: mártires, doctores, amas de casa, docentes, y muchas más. Sin embargo, de una forma u otra, todo santo ha sido un instructor que ayuda a otros a caminar las sendas del discípulo. Es bueno rezar por los que tienen vocación a la enseñanza, ya sean sacerdotes, monjas, diáconos, voluntarios, o docentes. Y más que todo, es bueno tomar en serio el llamado que todos tenemos de instruir al ignorante.


Jorge Gomez Villamizar es director de alcance comunitario en Bishop England High School en Daniel Island. Envíele un correo electrónico a jvillamizar@behs.com.