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 | By Cristina Sullivan

La razón de ser de nuestra fe

El Catecismo de la Iglesia Católica dice que “la resurrección es la verdad culminante de nuestra fe” (638).La resurrección es la clave y piedra angular de nuestra fe. Sin ella, el resto del Evangelio, la proclamación de la Buena Nueva, queda vaciado de contenido. A la pregunta de Jesús: “¿Quién dice la gente que soy yo?” Pedro da la gran respuesta: “Tú eres el Mesías de Dios” (Lc 9, 18-20).

Esta respuesta no tendría valor sin la resurrección, porque él es el autor de la vida; por eso es él quien pudo devolverse a sí mismo la existencia cuando se la quitaron en la cruz. Nadie puede devolverse la vida a sí mismo; los médicos hacen lo posible por evitar la muerte de otra persona, pero no pueden resucitarse a sí mismos. Sin resurrección, la identidad divina de Jesucristo queda desdibujada.

La resurrección significa que tenemos vida eterna y que esta vida mortal es pasajera. Reducirse simplemente a predicar la vida de Jesús es predicar una experiencia terrenal muy bella: su sencillez, su entrega, su honestidad, la bondad y mansedumbre de su corazón, su preocupación por los enfermos y necesitados, es decir, toda su persona es digna de ser recordada y aún más, imitada. Pero su mensaje no sólo es bello y sorprendente, su mensaje es, ante todo, verdadero. Lo mejor del Evangelio es que es verdad porque de no ser así, de poco nos sirve que sea bello e inspirador. La gran promesa se ha sido cumplido con la resurrección de Jesús, pues “si Cristo no resucitó, es vana nuestra predicación y vana también la fe de ustedes” (1 Cor 15, 14).

Lo esencial del cristianismo no es su sistema de valores y preceptos que permiten un orden social adecuado. Su esencia no es ser un mero código moral o doctrina. El cristianismo es un acontecimiento porque algo ha sucedido: Dios se hizo hombre y, después de ser asesinado como un delincuente (sin serlo), resucitó de entre los muertos. El autor de la vida ha vencido a la muerte. Lo mejor del cristianismo es que es verdad; es un hecho que dividió la historia de la humanidad en dos porque cuando esto sucedió, hubo un antes y un después. Hoy vivimos en el año 2024 después de que este hecho haya sucedido. La centralidad de nuestra fe es la victoria de Cristo sobre la muerte, y gracias a ello proclamamos que hemos sido creados para la vida eterna. Esta vida terrenal tiene fecha de caducidad, y estamos invitados a vivirla de tal manera que podamos disfrutar de la vida eterna, aquella vida para la que hemos sido creados antes del inicio de los tiempos. Cristo ha sido el primero en disfrutar de la nueva vida, aquella que no tiene fin. Él no volverá a morir, y nosotros estamos llamados a seguir su camino de vida eterna.

Ahora que iniciamos el período de celebración de la Pascua, abramos nuestros corazones a la verdad más radical de nuestra fe: el hecho de que el autor de la vida ha venido a demostrarnos su señorío sobre la muerte. Vivamos como testigos de la vida eterna, abracemos nuestra identidad de hijos de Dios, caminemos en este mundo siguiendo los pasos de aquel que nos abre la puerta a la verdadera resurrección.